jueves, julio 9

Reportaje al Dramaturgo

Sobre su participación en Proyecto 3, convergencia teatral

¿Cuáles son las particularidades de escribir en un proceso como el que plantea Proyecto 3? ¿Qué dificultades y qué satisfacciones surgen en esa tarea?


Hay una particularidad estructural de este proyecto que resulta sumamente interesante. Es la imposiblidad de la visión cerrada, impermeable al diálogo, que caracteriza uno de los vicios más afianzados en la creación teatral . Es decir, no hay forma de llevar a cabo este proyecto desde ese lugar de “YO CREADOR” en tanto los “OTROS HERRAMIENTA”. Uno ya no escribe exclusivamente desde sí, sino que lo hace atravesado por las acciones y contextos emanados del director y los actores. La acción creativa deja de ser unilateral para adquirir una suerte de circulación entre lo que se percibe y lo que se imagina.
De esto surgen las dificultades propias de esa especie de reflejo que pretende trasladar sus intenciones sin medir el entorno ni tener en cuenta lo que pueda acontecer por fuera de su voluntad. La satisfacción está en el aprendizaje de la observación, algo que desde el lugar de dramaturgos muchas veces cuesta. Resulta novedoso poder vencer esa tentación de manipular permanentemente y lograr “observar sin meter mano en las voluntades”. Crear desde ese punto de encuentro entre percepción e imaginación.

¿En qué aspectos considerás que el diálogo con el director y los actores enriquece tu propio trabajo y el del teatro en general?

Es interesante plantearse la creación de la obra, considerando también las urgencias físicas y escénicas que surgen del trabajo del director con los actores. Esto de ninguna manera implica “escribir para el escenario”, o “escribir para la puesta”, sino “escribir con el cuerpo”. No desde una concepción de transcripción coreográfica o argumental sino desde un lugar de percepción de esas vibraciones y resonancias que se desprenden del trabajo del director con los actores, de las dinámicas de los actores entre sí, sumados a los universos latentes en el dramataurgo.
Parecería ser que históricamente se sucedieron diversos ciclos en los que las “vanguardias” del “teatro de autor”, “teatro de director” y “teatro de actor” devinieron poco a poco en dogmas reaccionarios que supusieron la imprescindibilidad de unos frente a la relativización de los otros. El diálogo entre dramaturgo, director y actor rompe con esta forma de producción escalonada que brindaba el monopolio absoluto de las decisiones a cada uno de ellos según la instancia en que se encontrara la obra, para generar una suerte de “simultaneidad cooperativa”. Y el resultado es muy distinto al de la mera suma de las partes.
Como si el potencial creativo de cada una de las partes se detonara gracias la intercambio de mechas con las demás. Y esa explosión, no deja de ser interesante en un medio en el que abundan las batallas por las verdades absolutas.
Creo que la interralción permite ampliar los horizontes y poder imaginar un teatro que vaya “un poco más allá” sin que ninguna de las partes tenga el control absoluto sobre la dirección en que marcha. Y es esa aleatoriedad la que genera esa incertidumbre, esa adrenalina de un teatro vivo e inmanejable.

¿Qué valor pensás que tiene tu presencia (el dramaturgo en general) en todo el proceso de ensayos y dirección de la obra?

Captar la multiplicidad de caminos y enfoques que surgen a cada paso y ver como se enmarcan en el trayecto histórico del universo en el que transcurre la obra.
Percibir cada uno de los rumbos posibles que surgen en al etapa de improvisación e intentar descubirir cuales poseen un mayor potencial dramático o son más permeables al estímulo.
Esto es un gran aprendizaje desde nuestro lugar, ya que permite comprender (o al menos intentarlo) cómo funciona la dinámica escénica, como funcionan los vínculos entre los actores y para con el texto. Y esto complejiza notablemente los horizontes del dramatugo, en comparación con el trabajo aislado y puramente individual del proceso de escritura.
Por otro lado, creo que la presencia del dramaturgo en las otras instancias permite lograr una mayor claridad y precisión, en proceso de ensayo y dirección. Dadas las caracterísitcas propias del trabajo de dramaturgo, creo que aporta a la hora de afianzar sentido y acción a cada uno de los movimientos escénicos, colaborando de esta forma en la “amplificación” de los valores simbólicos y poéticos de la puesta.

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